24 de junio de 2007
22 de junio de 2007
El señor Espejo (21-6-07)
El señor Espejo tiene un pequeño problema, cuando se mira en un espejo no ve nada.
El señor Espejo piensa que no tener cara es señal de una grave falta de personalidad.
El señor Espejo es un poco vanidoso, le gusta imaginar que es tan apuesto, su belleza tan deslumbrante, que ni los espejos logran reflejarla. Esto apenas lo consuela.
El señor Espejo vive triste y desorientado, nunca sabe cómo se siente por dentro, una y otra vez acude al espejo en busca de signos o señales que le ayuden a comprenderse, pero siempre haya la misma respuesta: el vacío.
El señor Espejo no entiende que esa nada que contempla contiene el infinito, el reflejo sempiterno de la luz, atrapada, rebotando continuamente entre ambos; Que sus ojos tienen el privilegio de ver lo que ningún ser humano puede ver, que su mirada es tan profunda que produce vértigo al propio abismo.
El señor Espejo piensa que no tener cara es señal de una grave falta de personalidad.
El señor Espejo es un poco vanidoso, le gusta imaginar que es tan apuesto, su belleza tan deslumbrante, que ni los espejos logran reflejarla. Esto apenas lo consuela.
El señor Espejo vive triste y desorientado, nunca sabe cómo se siente por dentro, una y otra vez acude al espejo en busca de signos o señales que le ayuden a comprenderse, pero siempre haya la misma respuesta: el vacío.
El señor Espejo no entiende que esa nada que contempla contiene el infinito, el reflejo sempiterno de la luz, atrapada, rebotando continuamente entre ambos; Que sus ojos tienen el privilegio de ver lo que ningún ser humano puede ver, que su mirada es tan profunda que produce vértigo al propio abismo.
19 de junio de 2007
12 de junio de 2007
mi perfil
Dersony = Antonio Nogueras
Mi otro blog:
http://dersonydraws.blogspot.com
Mi otro otro blog:
http://entra-por-los-ojos.blogspot.com
También en:
- twitter.com/dersony
- juventudalagon.blogspot.com
- www.mysofa.es/stamp
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7 de junio de 2007
Besos (5-6-07)
El primer beso que me dio una chica fue en la mejilla, en el colegio, y me pilló totalmente por sorpresa.
Fue algo muy fugaz, yo estaba sentado en el recreo, ella vino por detrás, me besó y se fue, riéndose.
Yo me quedé atontado, sin saber qué hacer.
Al rato me levanté y me fui con mis amigos, no les dije nada pero aun así me miraban divertidos, como si supieran lo que había pasado. Luego fui al servicio y al verme en el espejo lo entendí todo, la chica se había pintado los labios y me había dejado marca.
Aquello me hizo bastante gracia, así que hice como si no me hubiera dado cuenta y me dejé la marca casi todo el día.
Pasaron muchos años hasta que otra chica quiso besarme, pero nunca perdí el recuerdo de aquella primera vez. Tanto es así que le acabé cogiendo afición a eso de ser marcado; Total, que era lo que más deseaba. Sin darme cuenta andaba medio obsesionado por ligar con tías besuconas de labios siempre pintados.
Me conocía todas las marcas de pintalabios, sus colores, sabores, olores, texturas, etc... Poco a poco me fui haciendo con una amplia colección de estos y, en cuanto quedaba con alguna amiga o amante, se los hacía probar y me ofrecía 'desinteresadamente' como conejillo de indias.
Sí, era divertido... Pero no era suficiente, ya que luego, cuando se borraban de mi piel esas señales, me entristecía mucho.
Perder la huella era como perder el recuerdo y yo quería mantenerlo lo máximo posible, así que busqué una manera de lograrlo.
Por eso, cada vez que una mujer me 'manchaba' con sus labios, me iba corriendo a un tatuador que me repasaba el beso con tinta roja y así me quedaba con la marca para siempre. Aquello me complacía mucho, acariciar la zona, recordar el beso allí depositado, y tener la tranquilidad de que nunca desaparecería; Qué satisfacción, qué alegría, qué subidón para mi autoestima.
Lentamente mi piel se fue llenando de besos. Sólo tenía una norma, nada de superponer besos, todos eran únicos y especiales, merecían ese respeto.
Así, llegó un día en que mi cuerpo quedó lleno de besos por completo, no cabía ni uno más. Aquello me entristeció, ¿qué haría ahora?
Parecía un leopardo con sarampión, la gente me miraba raro por la calle, ya no atraía a las mujeres y estaba arruinado de tanto tatuaje.
Menos mal que una discoteca me contrató como animador, volví a sentirme deseado, era el centro de la atención y mi espectáculo encantaba a las tías, que luego se enrollaban conmigo y jugaban a besar todos mis besos.
Era un rollo un poco fetichista y tal, pero no me importaba demasiado, lo malo es que, al final, me habían besado tantas veces en los mismos puntos tantas mujeres, que el recuerdo por el que me los había hecho se desvaneció, ya no significaban nada, me sentía vacío, sucio, grotesco.
Dejé aquella vida, me retiré a una zona tranquila, solo, a pensar por qué ya nada me complacía.
Me pesaba enormemente el camino que había seguido y, sobre todo, me entristecía lo que había conseguido con ello: nada.
Me notaba hueco por dentro, profundamente desolado, sin saber qué hacer con mi vida, con esa estúpida cáscara manchada que era lo único que me quedaba.
Y, para colmo de males, los tatuajes se iban descolorando; Aquello sí que no iba a permitirlo. Empecé a ir de nuevo al tatuador, a repasarlos para que no desaparecieran.
Entonces me di cuenta de una cosa, después de tanto tiempo, echaba de menos el dolor de las agujas. Me traen algunos recuerdos y en cierta manera eso me tranquiliza.
Hum, puede que este sea el camino a seguir ahora.
Creo que me voy a aficionar a las agujas,,,
Fue algo muy fugaz, yo estaba sentado en el recreo, ella vino por detrás, me besó y se fue, riéndose.
Yo me quedé atontado, sin saber qué hacer.
Al rato me levanté y me fui con mis amigos, no les dije nada pero aun así me miraban divertidos, como si supieran lo que había pasado. Luego fui al servicio y al verme en el espejo lo entendí todo, la chica se había pintado los labios y me había dejado marca.
Aquello me hizo bastante gracia, así que hice como si no me hubiera dado cuenta y me dejé la marca casi todo el día.
Pasaron muchos años hasta que otra chica quiso besarme, pero nunca perdí el recuerdo de aquella primera vez. Tanto es así que le acabé cogiendo afición a eso de ser marcado; Total, que era lo que más deseaba. Sin darme cuenta andaba medio obsesionado por ligar con tías besuconas de labios siempre pintados.
Me conocía todas las marcas de pintalabios, sus colores, sabores, olores, texturas, etc... Poco a poco me fui haciendo con una amplia colección de estos y, en cuanto quedaba con alguna amiga o amante, se los hacía probar y me ofrecía 'desinteresadamente' como conejillo de indias.
Sí, era divertido... Pero no era suficiente, ya que luego, cuando se borraban de mi piel esas señales, me entristecía mucho.
Perder la huella era como perder el recuerdo y yo quería mantenerlo lo máximo posible, así que busqué una manera de lograrlo.
Por eso, cada vez que una mujer me 'manchaba' con sus labios, me iba corriendo a un tatuador que me repasaba el beso con tinta roja y así me quedaba con la marca para siempre. Aquello me complacía mucho, acariciar la zona, recordar el beso allí depositado, y tener la tranquilidad de que nunca desaparecería; Qué satisfacción, qué alegría, qué subidón para mi autoestima.
Lentamente mi piel se fue llenando de besos. Sólo tenía una norma, nada de superponer besos, todos eran únicos y especiales, merecían ese respeto.
Así, llegó un día en que mi cuerpo quedó lleno de besos por completo, no cabía ni uno más. Aquello me entristeció, ¿qué haría ahora?
Parecía un leopardo con sarampión, la gente me miraba raro por la calle, ya no atraía a las mujeres y estaba arruinado de tanto tatuaje.
Menos mal que una discoteca me contrató como animador, volví a sentirme deseado, era el centro de la atención y mi espectáculo encantaba a las tías, que luego se enrollaban conmigo y jugaban a besar todos mis besos.
Era un rollo un poco fetichista y tal, pero no me importaba demasiado, lo malo es que, al final, me habían besado tantas veces en los mismos puntos tantas mujeres, que el recuerdo por el que me los había hecho se desvaneció, ya no significaban nada, me sentía vacío, sucio, grotesco.
Dejé aquella vida, me retiré a una zona tranquila, solo, a pensar por qué ya nada me complacía.
Me pesaba enormemente el camino que había seguido y, sobre todo, me entristecía lo que había conseguido con ello: nada.
Me notaba hueco por dentro, profundamente desolado, sin saber qué hacer con mi vida, con esa estúpida cáscara manchada que era lo único que me quedaba.
Y, para colmo de males, los tatuajes se iban descolorando; Aquello sí que no iba a permitirlo. Empecé a ir de nuevo al tatuador, a repasarlos para que no desaparecieran.
Entonces me di cuenta de una cosa, después de tanto tiempo, echaba de menos el dolor de las agujas. Me traen algunos recuerdos y en cierta manera eso me tranquiliza.
Hum, puede que este sea el camino a seguir ahora.
Creo que me voy a aficionar a las agujas,,,
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