Había un artista que quería hacer algo grande para llamar la atención y ganarse un nombre, porque lo de dormir en cajeros está bien pero al final te cansas.
Y se le ocurrió una acción reivindicativa que consistía en pintar por completo de negro los billetes con un rotulador permanente.
Ya lo estaba viendo, una montaña de billetes negros dominando la exposala y simbolizando toda la corrupción que nos rodea y corroe.
Y los visitantes podrían llevarse cuantos quisieran, a condición de reemplazarlos por billetes pulcros y legítimos.
Oh, hermosa metáfora poética. Oh, oh, cómo puedo ser tan genio.
El problema era de dónde sacar la pasta. Y cuánta haría falta para formar una montaña decente. Tendrían que ser billetes de cinco, claro, si no nadie querría cambiarlos. Y menuda currada pintarlos.
Además, la pasta que se iba a dejar en rotuladores, y lo mal que huelen los condenados, que una vez ya me tocó y todavía me acuerdo.
Tal vez con una máquina expendedora valdría. Metes tu billete y a cambio te lo devuelve teñido de negro. Hum, bastaría con modificar un poco el mecanismo, un par de rodillos bañados en tinta y, vualá, jeje.
Bah, menos complicación. Me pongo yo mismo en una mesa, con un cartel y el que quiera que se acerque y le pinto el billete.
Eso, eso. Será total, brutal, genial. Insuperable.
Pero espera, seguro que ningún galerista piojoso se presta a esto. Que les den, mejor en la calle. Radical.
Y así lo hizo, y entonces vio con pena y desilusión que la gente no pillaba la idea, que no picaban ni entraban al trapo.
Ineptos, obtusos, no veis el poder transmutador del arte, pobres esclavos ciegos. No tenéis conciencia, os mangonean por todos lados y ahí seguís, como borregos, y mientras yo aquí, tan por debajo de lo que debería.
Asco de gentuza.
Y se frustró y rabió y regresó a su vida animal e indigente. Pero la idea no se le iba de la cabeza. Y le daba vueltas y vueltas y algo tenía que hacer porque si no se iba a volver loco.
Total que cambió un poco el planteamiento.
Robó un traje de Santa Noel y lo tiñó entero de negro. Quería convertirse en una especie de guardián o superhéroe. Alguien que velara por el buen uso del dinero. Alguien que juzgara y separara a los buenos de los malos.
Has sido bueno? Has sido malo? Trae que te firmo el dinero. Esta es la prueba de que te has comportado.
Lo malo es que los adultos no son como los críos. No se dejan enseñar, y así mal, claro. Resultaba en extremo complicado y problemático. A las primeras de cambio terminaba en chirona, y entonces echaba de menos sus cajeros, lo que son las cosas.
De alguna manera, a base de probar y reflexionar, se iba dando cuenta de lo que buscaba y quería. En realidad el arte era un pretexto. En el fondo lo que el quería era desencadenar un cambio verdadero y significativo. Quería aportar una solución que sirviera y ayudara a todos con esto de la corrupción y tal.
No era ambicioso ni nada el tío.
Pero perseverante también era un rato. Y eso fue bueno, pues así llegó a iniciativas más interesantes.
Grabó un video donde explicaba su trayectoria de intentos y fracasos, lo subió al yutús y se hizo famoso.
Fueron sus quince minutos de gloria. El mundo entero se reía de él y de sus imbecilidades. Pero pasado el tiempo algo les quedó, un poso microscópico, minúsculo e insignificante, que latía en el fondo de sus cerebros, y ni se enteraban. Pero ahí estaba. Vivo. Creciendo.
Una gota más cerca de rebasar el vaso.
De pronto, las noticias ya no solo fastidiaban sino que también incomodaban. Ya no valía con ver la mierda reventar por todas partes y maldecir y protestar. Algo corría por las venas. Unas ganas tremendas de aplastar, machacar y triturar.
Entonces fue la brutalidad. Tristes sucesos sobre los que es mejor correr un velo.
La normalidad se resquebrajaba, se abrían precipicios por todas caras, sin avisar ni nada. Y si te pillaban en medio te jodías y la espichabas.
Esto por no haber hecho nada antes.
Pero no todo era así, por supuesto. Ya antes existían las gentes con conciencia. Los que se cuidaban y ocupaban de vivir de acuerdo a sus principios y respetos.
Así que las aguas revueltas traían mucho tormento y caos, pero también despabilaban a los atontaos. O te alineas con tu conciencia o al pozo que vas de cabeza.
Y ya el artista está contento que está, no por lo que hiciera o dejara de hacer, que a la postre fue más bien anecdótico e irrelevante, sino porque atinó a salvarse a sí mismo, y esa fue su mejor obra.
Al final se hartó de tanto luchar y bregar incomprendido y solo contra la marea, así que buscó y se marchó a un pueblecito acorde a sus ideas.
A la porra la oscuridad y los que se revuelcan en ella, este circo no va conmigo, ya me sé la función y no va a terminar nunca. Yo me piro vampiro y que se expriman entre sí hasta los huesos.
Así que allí conoció la paz y la dicha que dan la ética, la dignidad y la solidaridad. Y lo que es mejor, descubrió la moneda perfecta, el dinero incorruptible. Pero ahora no vamos a entrar en detalles, te asomas por ahí ya si eso.