"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

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Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



15 de marzo de 2024

siempre todo

La palabra y el verbo son dos cosas muy diferentes.
Pronunciar la palabra 'comer', no equivale a comer.
La palabra es tan sólo un concepto que alude a un significado.
En una sociedad alienada, las palabras están más vacías que llenas de significado.
Es como un diccionario cuyas entradas carecen de definiciones.
O como tiestitos de mísero sustrato.
Un absurdo total.
Cuando la estupidez predomina, el mal prolifera.
Vivir falto de significado, invita a ser engañado y abusado.
El fanatismo es una necia idolatría de conceptos deficientes.
Quien no capta la realidad, se aferra a lo irreal.
Los pérfidos manipulan a los incautos, utilizando magnas palabras para camuflar sus alevosías y vilezas.
El bobo acepta el discurso adulterado, pues no es capaz de ver la disonancia evidente entre el léxico empleado y lo que enmascara.
Le dicen que la mierda es oro, y él se lo cree.
Esto es lo que pasa cuando la conciencia es tan exigua que no es capaz de ver más allá de lo inmediato.
La palabra 'democracia' es un claro ejemplo de concepto corrompido.
Lo cual no implica que una verdadera democracia sea irrealizable.
Existir superficialmente, degrada nuestras cualidades.
La velocidad imposibilita el contacto.
Correr te aleja de la realidad.
Sin pausa, no hay reflexión ni inteligencia.
El miedo te agita y te aísla.
Las noticias quieren mermar tus facultades, mutilar taimadamente tu capacidad efectiva.
Un mundo superficial, es monstruosamente incapaz de fraternidad.
Sin verdad no hay vínculo edificante.
Los medios de telecomunicación te vuelven mero espejismo.
Reducen las dimensiones de tu ser.
Por eso abunda el burdo sesgo y la polarización extrema.
Donde escasea el verbo, se desmide la palabra.
Sin significado, sólo hay ruido.
La imagen tiene el mismo problema que la palabra.
O incluso peor, ya que el cerebro tiende a equiparar lo aparente con lo real.
Pero, obviamente, la imagen de un gato no equivale a un gato.
De una imagen sólo puedes extraer nociones estéticas y poco más.
La inteligencia artificial es la culminación de un desastre.
Tiene algunas ventajas, pero a la postre incide en el extravío.
Lo que llamamos ciencia, está lleno de falsedad y yerro.
Una visión distorsionada, sólo trae calamidad y perdición.
No es avance aquello que destruye la esencia de tu ser.
Sin imágenes ni palabras, parece que no sabemos aprender.
Ese es el problema.
Los conceptos terminan embrollándote y caes en nociones erróneas de pésimas consecuencias.
Del mito al dogma sólo hay un paso.
La falta de conciencia se traduce en penosos esquemas que causan más mal que bien.
La ignorancia es soberbia.
El pedante es un memo disfrazado de docto.
Utiliza palabras que le suenan grandilocuentes, pero de las que tiene una ínfima noción.
Cáscara hueca, todo significante y nada de significado.
Sin embargo, la historia también tiene ejemplos positivos.
Los más brillantes genios han sabido observar la realidad y profundizar en su relevancia trascendental.
Nos han legado su sabiduría destilada.
Claro que, pocos logran asimilar algo así.
Porque el aprendizaje de segunda mano, se presta a equívoco.
Si no reflexionas por ti mismo, tu conciencia no madura ni profundiza.
Nadie puede heredar una inteligencia que sobrepase su propio raciocinio.
La religión intenta imbuirte de nociones sublimes, pero su vida útil es fugaz y efímera.
Es como una metáfora que no puede sobrepasar el alcance de su enunciado.
Cuanto más pretende expandir y desarrollar su cosmogonía, sus ritos y su doctrina, más se desmigaja y se desmorona su enseñanza.
El poder corrompe toda institución.
Las metas dejan de ser benéficas y pasan a ser perversas.
La jerarquía busca infantilizar y clientelizar a sus súbditos.
Lo inefable no es trasladable y, ni mucho menos, mercantilizable.
La belleza de una obra de arte, jamás empatará con la belleza de la realidad.
Lo triste del caso es que, hoy en día, el ser humano ya no quiere ser real, quiere ser arte.
Ser pieza codiciada y cotizada.
Cuando nada es sagrado, todo es producto subastable; al completo o en pedacitos.
Un mundo de juguetes rotos es absolutamente infernal.
La palabra 'Dios' nos viene muy grande y no sabemos utilizarla bien.
Por eso la fe deviene en circo grotesco.
Las religiones se degradan y se agotan en su propia perifrástica.
Son castillos de arena desdibujados por la erosión, en continua remodelación.
Cada vez más historiados y abigarrados.
Queriendo aparentar un realce y una vigencia que no poseen.
Cada enunciado aclaratorio que emiten, se aleja más y más de la esencia que pretenden encarnar.
El ensanchamiento de un mensaje, tiende a malograr su enjundia.
Lo principal es dejado de lado y lo secundario acapara el protagonismo.
Por eso las religiones terminan convertidas en un culebrón insustancial.
Una rocambolesca saga condenada al descarrilamiento.
Una ensalada de nombres totémicos.
Una parafernalia contraproducente.
La palabra 'Dios' es un buen ejemplo de significado fácilmente desvirtuable.
El verbo supremo, al intentar ser traducido a palabra, da pie a sinsentidos y despropósitos colosales.
Conocer lo primordial es algo sólo factible de primera mano.
Las palabras 'siempre' y 'todo', tienen un profundo significado que puede proporcionarnos un atisbo de Dios.
Pero si tu noción de esas palabras es pedestre y somera, no llegas a ningún entendimiento trascendental.
Para saber el significado esencial, hay que saborear más allá de las palabras.
La verdad nos supera con mucho por todas partes.
Por eso el mundo sigue siendo un atroz atolladero.
El sistema imperante es de pesadilla.
Llama progreso a la trituración de lo medular, y muchos se suman a semejante descalabro.
Plagado de peleles, todo es un coro de llantos y rabietas.
Vanidad, frivolidad, trivialidad; esos peldaños sólo conducen hacia abajo.
El egoísmo abunda donde la conciencia está amputada, acotada en un ombliguismo paupérrimo.
Jugar a las redes sociales virtuales, nos deshumaniza.
Reducirnos a datos, nos aniquila.
La poesía de la vida, se pudre al trasplantarla.
Sin sabiduría, no hay virtud.
Existir alienado, lleva a la hecatombe.
El solipsista es prisionero de su cortedad y limitación.
Su vocabulario es patético: Yo, yo, yo.
Y su comportamiento es ruin y nefasto.
Sin lucidez no hay amor.
Las relaciones fracasan debido a la poca noción de lo esencial.
Un juramento de palabra, no vale nada.
Un compromiso de boquilla, está abocado a su incumplimiento.
Lo que no enraíza en un significado trascendental, acarrea trauma y tormento.
Cuando no hay verdadero verbo, todo se vuelve un lodazal de postureo y palabrería.
El ofendidito es el arquetipo de una sociedad agonizante, desintegrándose, desertando de la realidad.
Lo que sigue es la extinción y poco más.